Esta, es una receta, que más que a la abuela, en mis recuerdos de niñez queda al abuelo Francisco preparándola, en aquel entonces, sin batidoras, había que armarse de paciencia para conseguir un buen gazpacho, en aquellos lebrillos grandes de barro a base de majar col la maza del mortero. Llegaban los días de calor y este plato era perfecto no solo para refrescarse, si no para reponer vitaminas y sales minerales. Hoy lo vamos a hacer con los adelantos actuales, pero procurando respetar la esencia de como lo hacía el abuelo.
INGREDIENTES
- 2 Kg de tomate preferiblemente de la variedad pera
- 1 pimiento verde italiano pequeño
- 1 pepino pequeño.
- 1 diente de ajo
- Pan sobrante de días anteriores
- Sal
- Aceite de oliva
- Vinagre de Jerez
MODO DE PREPARACIÓN
En un bol grande, colocamos el pan de sobras, cortado en trocitos pequeños. El pan ideal para esta receta, es ese que nos quedó, pero que aún está un poco blando, es decir, que se pueda trocear perfectamente usando solo las manos.
Sobre el pan colocamos el ajo troceado en daditos muy pequeños.
Iremos troceando tomates bien limpios y los añadimos, queremos que el propio jugo que sueltan los trozos de tomate, vaya empapando el pan.
Ponemos el pepino limpio y sin piel cortado en trocitos pequeños.
El pimiento, bien limpio, también lo troceamos en daditos pequeños y lo añadimos a nuestro bol.
Ponemos un poco de vinagre, lo suficiente para dar aroma y sabor, pero ojo, sin pasarse, puesto que el tomate ya es un poco acido de por si y el vinagre potenciará mucho más esa acidez.
Colocamos sal al gusto, tapamos con papel film y reservamos durante al menos media hora, para que el pan siga empapándose de esos jugos.
Pasado ese tiempo, con la batidora de brazo trituramos bien, hasta obtener un puré suave.
Cuando lo tengamos bien batido, colocamos el aceite.
En cuanto al aceite a emplear y la cantidad, debemos tener en cuenta dos cosas. Si usamos un aceite de oliva virgen extra, necesitaremos menos cantidad, pues mucho, puede dar un toque excesivamente amargo. Por otro lado, cuanto más aceite utilicemos, mejor va a emulsionar la mezcla y la textura en boca es más agradable. Por supuesto siempre este punto es cuestión de gustos y de que experimentéis por vosotros mismos. Nosotros para esta cantidad de tomate hemos usado 100 ml de aceite de oliva virgen extra y 125 ml de aceite de oliva suave, un vaso en total.
Seguimos batiendo hasta que emulsione completamente, rectificamos de sal y guardamos en la nevera para que esté bien frio.
El gazpacho lo podemos tomar de dos formas, así tal cual, con cuchara y acompañado de la guarnición que más nos guste, trocitos de verduras, atún, huevo cocido, taquitos de jamón, etc. o bien rebajarlo con agua para tomarlo bebido en un vaso, lo importante siempre es tomarlo muy frio.
HISTORIA DEL GAZPACHO
El gazpacho andaluz es un plato tradicional de la cocina española, originario de la región de Andalucía. Su historia se remonta a la antigüedad y está ligada a las influencias culturales y gastronómicas de diferentes civilizaciones que han pasado por la península ibérica.
El gazpacho tiene sus raíces en la época romana, cuando los romanos introdujeron el consumo de pan en la península ibérica. En aquel entonces, el gazpacho era una especie de pan rallado mezclado con vinagre y aceite de oliva. Con el tiempo, este plato fue evolucionando y se le añadieron ingredientes como ajo, sal y hortalizas frescas.
Durante la dominación árabe en España, se introdujeron nuevos ingredientes y técnicas culinarias que influyeron en la evolución del gazpacho. Los árabes trajeron consigo el uso del ajo y el pepino, ingredientes que se incorporaron al gazpacho andaluz.
Con la llegada de los tomates a España desde América, el gazpacho andaluz adquirió su característico color rojo y su sabor fresco y ácido, pero se sabe que no fue hasta el siglo XIX cuando se le añadió los tomates, convirtiéndose en uno de los ingredientes fundamentales del gazpacho, junto con otros vegetales como el pimiento, la cebolla y el pepino.
El gazpacho andaluz se convirtió en un plato popular en Andalucía, especialmente durante los meses de verano, debido a su frescura y a su capacidad para saciar el apetito en días calurosos. Originalmente, el gazpacho se preparaba triturando los ingredientes en un mortero de piedra, pero con el tiempo se comenzó a utilizar la batidora eléctrica para facilitar el proceso.
Hoy en día, el gazpacho andaluz es uno de los platos más emblemáticos de la gastronomía española y se ha extendido su popularidad a nivel internacional. Se sirve frío y suele consumirse como una sopa o como una bebida refrescante. Su receta básica incluye tomates, pepinos, pimientos, cebolla, ajo, aceite de oliva, vinagre y sal, aunque pueden variar los ingredientes y proporciones según la zona y las preferencias personales.
El gazpacho andaluz es apreciado por su sabor vibrante, su textura suave y su valor nutricional. Además, es una excelente fuente de vitaminas y minerales, y se considera un plato saludable y refrescante en los calurosos días de verano.